"Cuando nací una pléyade de admiradores se postró ante mí. Erigió un enorme montículo de piedra volcánica al que poder acudir y hacer sacrificios en mi honor. Mi simple existencia era motivo de regocijo y esperanza. Cuando nací mil niños rompieron a llorar, se rasgaron las cortinas de los palacios de Antioquía, se desprendieron las córneas ya inservibles y dos amantes pegaron sus labios en beso eterno. La luz lo invadió todo."
Meteoro creció, y con él sus aspiraciones. Los demás, la boca abierta, para qué engañarnos. Su eterna insatisfacción, acaso nuestra salvación. ¿¿Dos dioses en el firmamento y uno nos dice adiós?? ¡¡no puede ser!! Meteoro no puede abdicar. Meteoro es libre, un afortunado esclavo de su libertad. Como el Ave Fénix, Meteoro no puede morir, sólo reinventarse.