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Vimos por primera vez a Guillaume en el concierto de un amigo en El Zorro: con gestos nerviosos y entregados, daba lo mejor de sí a la guitarra eléctrica. Dos años después, en el mismo lugar, celebrábamos el primer día de rodaje de "Escala Humana" con unas cervezas cuando comenzó a sonar una música que destacaba entre todas las anteriores: una suerte de blues furioso en francés. Nos acercamos a la barra con entusiasmo y franco ánimo descargatorio y el pincha-discos resolvió el misterio: el responsable de aquél milagro musical estaba sentado a menos de un metro de nosotros. Guillaume. Guillermo.
Cuatro semanas después le ofrecimos un proyecto que había nacido al abrigo del flamenco y que pese a nuestros esfuerzos se encontraba en vía muerta: improvisar frente a la cámara durante 21 minutos en el centro de San Pablo. Él aceptó bajo unas nuevas reglas que mañana darán su fruto en la noche zaragozana.
El principio de una colaboración que puede dar muchos frutos. Pero sobre todo la excusa perfecta para meter a Pablo, Raúl, Lorenzo y Javi bajo un mismo techo. Lo vamos a pasar bien.
Por lo demás llevamos dos días rodeados de cables y lluvias de ideas.
Las que preceden a la tormenta.
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