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Hace mucho mucho tiempo, en una galaxia lejana sólo que idéntica a la nuestra y llena de tipos extraños, franceses para ser exactos, nació una relación peculiar entre dos seres incalificables. Bueno, calificables de impresentables. Del lugar habría mucho que contar. No hacía ni frío ni calor, la bruma atlántica perfumaba el ambiente, los acantilados acotaban la realidad y les rodeaban mujeres hermosas con las que tuvieron que aprender a hablar ¿qué más podría pedir el hombre?
Un amigo.
Y eso fueron a encontrar. Alguien con quien poder soñar en voz alta, una persona con quien compartir frustraciones secretas (si bien evidentes por entonces) cuya sola presencia animara a superar, el compañero fiel en las excursiones, el compinche en alevosas escapadas, nocturnas, reiteradas, el hombre de confianza para fiestas, cabreos y victorias. Victorias. Qué pequeñas eran, pero qué bien sabían. Algunas se lograban después de tediosas gestiones, de proezas suicidas, y otras... llegaban por sorpresa, puntuales y evangélicas. Sí, eso mismo. Delataos, vamos todos ¡sonreíd!
Hace mucho tiempo. Y desde entonces cada despedida ha sido un hasta luego, que vuelvo, todo sorbo, de cerveza, cada abrazo, el primero y la risa, auténtica, chispeante, explosiva, censurable.
Hoy es el cumpleaños de uno de ellos, el de forestales, el que vive al límite de la tolerancia al alcohol, el que se gana el pan, el superhéroe vestido de lunes, con mono de trabajo y tartera llena de tomate con macarrones, el que se complica la vida para solucionársela a los demás, el que nunca tiene tiempo hasta que lo necesitas y entonces apaga el taxímetro y deja correr el reloj de arena, el constante inquieto que todo lo quiere aprender, todo lo quiere hacer, de todo gusta discutir, pero a su ritmo, con sus pausas, sin estreses, el atesorador de liturgias, el relator de leyendas, el castigador de zorronas, el caballero de las princesas, la hay, el que ríe y llora en la misma frase, tiembla, duda, arriesga, nunca un paso atrás, siempre adelante, kamikaze, el que puede hablar tres horas con monosílabos y onomatopeyas, el que salpica con el limpiaparabrisas a los conductores maleducados y mosquea poniendo caras raras a los que van serios al volante, el viajero incansable, el fiel hasta la meta, el juerguista responsable, el normal.
El otro, aplaude.
Hace mucho mucho tiempo, en una galaxia lejana sólo que idéntica a la nuestra y llena de tipos extraños, franceses para ser exactos, nació una relación peculiar entre dos seres incalificables. Bueno, calificables de impresentables. Del lugar habría mucho que contar. No hacía ni frío ni calor, la bruma atlántica perfumaba el ambiente, los acantilados acotaban la realidad y les rodeaban mujeres hermosas con las que tuvieron que aprender a hablar ¿qué más podría pedir el hombre?
Un amigo.
Y eso fueron a encontrar. Alguien con quien poder soñar en voz alta, una persona con quien compartir frustraciones secretas (si bien evidentes por entonces) cuya sola presencia animara a superar, el compañero fiel en las excursiones, el compinche en alevosas escapadas, nocturnas, reiteradas, el hombre de confianza para fiestas, cabreos y victorias. Victorias. Qué pequeñas eran, pero qué bien sabían. Algunas se lograban después de tediosas gestiones, de proezas suicidas, y otras... llegaban por sorpresa, puntuales y evangélicas. Sí, eso mismo. Delataos, vamos todos ¡sonreíd!
Hace mucho tiempo. Y desde entonces cada despedida ha sido un hasta luego, que vuelvo, todo sorbo, de cerveza, cada abrazo, el primero y la risa, auténtica, chispeante, explosiva, censurable.
Hoy es el cumpleaños de uno de ellos, el de forestales, el que vive al límite de la tolerancia al alcohol, el que se gana el pan, el superhéroe vestido de lunes, con mono de trabajo y tartera llena de tomate con macarrones, el que se complica la vida para solucionársela a los demás, el que nunca tiene tiempo hasta que lo necesitas y entonces apaga el taxímetro y deja correr el reloj de arena, el constante inquieto que todo lo quiere aprender, todo lo quiere hacer, de todo gusta discutir, pero a su ritmo, con sus pausas, sin estreses, el atesorador de liturgias, el relator de leyendas, el castigador de zorronas, el caballero de las princesas, la hay, el que ríe y llora en la misma frase, tiembla, duda, arriesga, nunca un paso atrás, siempre adelante, kamikaze, el que puede hablar tres horas con monosílabos y onomatopeyas, el que salpica con el limpiaparabrisas a los conductores maleducados y mosquea poniendo caras raras a los que van serios al volante, el viajero incansable, el fiel hasta la meta, el juerguista responsable, el normal.
El otro, aplaude.
n a c o
happynewyear
9 comentarios:
Sin palabras...
Bravo
gracias, Mario. La foto que le hiciste es total.
por cierto, olvidé mencionar su amor por el tenis... el añó que viene entonces ;)
n a c o
lasqueustétiene
La foto es grandiosa, única donde las halla, pero tengo que decir que es obra de Nacho Arizmendi, ellos dos se aventuraron más en el "Bronx" de Ljubljana...
Qué bien escrito y qué bonito el texto.
¡Un beso, Nacho!
Tiene usted que cambiar de amigos. Es una urgencia, antes de que caiga rendido de emoción.
es emoción, D. Luis, pero por debajo van los sentimientos. Lucen menos, pero son los que cuentan
ese IKE es un fotó-reportero de primera, su ficha está por las nubes, está complicado volver a contratarlo en o s a k a
:) se intentará
me elegro de que te guste, María. A mí me ha gustado tu beso ;)
n a c o
elterrordelosmosquitos
Muchiiiiisimas gracias Naco. Eres un pilar muy importante en mi vida.
Gracias de nuevo y ahora me toca escribir a mi que he recibido el mejor regalo que podía existir, me va a costar, llevo llorando desde ayer y ahora lo pongo encima de tu texto para engrandecerlo aún más.
Un beso muy fuerte Naco.
esa foto esta de pelos!!! muy buena naco...
jó, para una que no es mía, sino de Ike... xD
n a c o
thanksman
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