En el interior, me deslizo por las pinturas murales que recogen la vida del príncipe Buda para sumergirme después en la complejidad de un mandala tibetano realizado con arena y conservado (excepción a la costumbre de entregarlos al viento) para disfrute del visitante. En la planta subterránea de este lugar, el mayor templo budista de Europa, descubro la figura de mi acompañante y ambos sonreímos ante los límites evidentes del arte, a cuya capacidad de representación escapan las cosas más hermosas, como Ella: Sarasvati.
A su lado, tras alejarme del altar que preside la nave del templo, recorro la senda marcada por los monjes en el exterior, con los ocho signos de la buena fortuna trazados alrededor del templo. Pido por mí y los míos, rehén inconsciente de una tradición cristiana que me ha acostumbrado a acercarme a la esencia del universo para pedir, y no para dar. Emprendo el regreso de la pequeña peregrinación sintiéndola como un preámbulo de la que vendrá dentro de unas semanas, la más grande de mi vida.
E.C.
4 comentarios:
DAR y RECIBIR son una y la misma cosa, si se observa desde una perspectiva cristiana.
Te deseo los mayores éxitos en tu peregrinación, sabiendo que tu Triunfo será el nuestro
n a c o
Maravilloso viaje.
Feliz peregrinación.
Maravilloso viaje.
Feliz peregrinación.
nene, donde te metes????te tengo que contar algo y estoy intentando contactar contigo un tiempo. besos. llamame
beatriz
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