p l a t a

aquella mañana despertó de un humor fantástico

los pájaros hacían de las suyas por el cielo de Buenos Aires

ella bailaba al son de su canturreo

los barrenderos terminaban su turno con el café humeante del bar de la esquina

ella los miraba de reojo mientras se desperezaba

apoyada en el lavabo

gotas de agua se precipitaban por su cuello

los autos pasaban despacio, avergonzados de rodar las calles recién regadas

atención al sonido favorito y a los aromas del desayuno

el kioskero, que subía las persianas con un ruido sólo superado por sus juramentos contra esos estúpidos repartidores de periódicos

¡aficionados!

y ella sentía esa especie de superioridad que te inunda cuando confirmas el hecho esperado






en ese momento la vida cobraba sentido

lo actual

lo que estaba pasando y no podía acaecer de otra forma

era real



y ella, con su presencia en la escena

con sus ojos bien abiertos

con esa cabecita inquieta que todo lo quería saber y probar

con ese estómago impaciente

con el olor de su piel, erizada por el cambio de temperatura

con esas manos aún torpes

que sabían dónde ir, "¿pero cómo?"

las mismas que anoche movía con destreza entre las mías

y que ahora parecían haber olvidado pero no...

ella

era necesaria

como el vuelo picado de los pájaros, los autos enfilando el distrito financiero cual pilas de periódicos bien ordenados o el saludo de los barrenderos en las calles de p l a t a






y pudiera parecer

al espíritu atento

que ninguna de esas cosas

se atrevería a existir

sin su permiso ni ese baile

al otro lado del cristal

de su nuevo apartamento






n a c o