Muerto el minotauro,
las paredes del laberinto comenzaron a borrarse
lentamente,
dejando sólo los pensamientos que habían atenazado al monstruo
durante años de reclusión.
Y se fue convirtiendo en lugar de peregrinaje para cientos
de jóvenes perdidos que escribían con tizas grises
el contenido de su imaginación, en dibujos espirales sin principio,
sin final.
Fue ocupado por un silencio denso,
llenándose de chavales, cada vez más oscuro.
En la actualidad, ni siquiera Teseo se atreve a entrar.
E. C. (de Algo más triste de lo habitual)
3 comentarios:
Como unos miedos se cambian por otros... todo tras el paso irrebatble del tiempo.
Un beso
siempre me ha parecido un poema perfecto para abrir un libro
tiene ese punto de desencanto y al mismo tiempo de ambiguedad que le permite abrir una historia, o cerrarla por las mismas.
Ig.
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