-- ESCRITO HACE UNA SEMANA --
¡Bueno! pues ya es oficial: el entretiempo se ha ido para no volver... hasta el próximo 22 de septiembre. Exactamente tres semanas nos ha durado, que se quedan en dos si descontamos los días que despuntaron por arriba y por abajo. Sea como fuere, el entretiempo a hacer puñetas.
Pero claro, llegar hasta aquí no tiene el menor interés; todos sabemos que no hay tal entretiempo en España.
El caso es que el otro día en Madrid, en la línea 2, un tipo que tenía al lado sufrió un ataque de nervios. Le pedían que se moviera un poco para dejar pasar. Tan sencillo. De acuerdo que todos andamos un poco alterados (nos falta pasta, nos sobra sueño y nos sale la política por las orejas), pero es que se puso como un genízaro. Bajé del autobús y empecé a improvisar una teoría. A ver si al final, como pasa con el entretiempo, el equilibrio tampoco existe para los españoles. ¿Y si todas sus variedades de carácter tuvieran una característica invariable; a saber, la de hacerle drástico?
Si esto fuera cierto, si pasáramos de un extremo al otro sin solución de continuidad, sin un proceso de sedimentación, de reacomodo,... quizá se explicaran algunos fenómenos colectivos (históricos y contemporáneos). Ahora entendería el inquietante "pendularismo español". El de un pueblo conquista continentes enfrentándose a adversidades inimaginables, y que "decide" autodestruirse durante cuatro siglos y medio.
Un año toca la gloria y al siguiente se disuelve por atomización. Una cosa segura: SIEMPRE desde el lado esquizofrénico de la vida. Al igual que su clima, el carácter hispano parece atravesado por este sino que no conoce de medias tintas.
Pero claro, llegar hasta aquí no tiene el menor interés; todos sabemos que no hay tal entretiempo en España.
El caso es que el otro día en Madrid, en la línea 2, un tipo que tenía al lado sufrió un ataque de nervios. Le pedían que se moviera un poco para dejar pasar. Tan sencillo. De acuerdo que todos andamos un poco alterados (nos falta pasta, nos sobra sueño y nos sale la política por las orejas), pero es que se puso como un genízaro. Bajé del autobús y empecé a improvisar una teoría. A ver si al final, como pasa con el entretiempo, el equilibrio tampoco existe para los españoles. ¿Y si todas sus variedades de carácter tuvieran una característica invariable; a saber, la de hacerle drástico?
Si esto fuera cierto, si pasáramos de un extremo al otro sin solución de continuidad, sin un proceso de sedimentación, de reacomodo,... quizá se explicaran algunos fenómenos colectivos (históricos y contemporáneos). Ahora entendería el inquietante "pendularismo español". El de un pueblo conquista continentes enfrentándose a adversidades inimaginables, y que "decide" autodestruirse durante cuatro siglos y medio.
Un año toca la gloria y al siguiente se disuelve por atomización. Una cosa segura: SIEMPRE desde el lado esquizofrénico de la vida. Al igual que su clima, el carácter hispano parece atravesado por este sino que no conoce de medias tintas.
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Irónico. Yo mismo me desenmascaro: en ningún momento he dejado de ser drástico. El caso es que por la mañana me digo: "¡sé prudente! ¡generalizar es errar!" Y al volver a casa de noche, leo en el espejo: "¡sí! pero ve y díselo a los españoles..."
Ig.
Ig.
2 comentarios:
que bueno! esas dos españas...
a ver cuándo la cosa hace 'clic' y volvelmos a conquistar el mundo!!
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