el eco de tu voz y tus lamentos
que trocaron las nanas y los cuentos
en aullidos que gritaban tu dolor.
Quise aferrar tu pelo enmarañado
y me adentré en la senda de lo oscuro
y conmigo viajaban los conjuros
del nacer y el estar siempre a tu lado.
El dolor taladró la sencillez
de mi pequeño cuerpo y la suerte
dejó que comenzase mi niñez.
Echó a correr el reloj de la muerte.
Pero no importa, porque aquella vez
nací tan sólo para poder verte.
Enrique Cortés

2 comentarios:
Aplaudo en este silencio con lágrimas en mis ojos. Maravilloso.
escalofriante
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